Grande y pequeño

Grande y Pequeño, como idea, apareció casi como una parodia de los tan remanidos conceptos de lo alto y lo bajo en el campo cultural.

Hoy las consideraciones sobre alta y baja cultura parecen arrasadas por la preeminencia de los medios audiovisuales, y todos los conceptos sufren corrimientos y permanentes redefiniciones.

Pero Grande y Pequeño apareció en mi imaginario como la firme reedición de eternas alternativas de producción para los artistas en acción.

A grosso modo, creo posible enmarcar los formatos de realización en consideraciones acerca de las necesidades de circulación de las obras producidas, pero también según el cuidado de que las obras conserven vestigios de la intimidad y secretos percances de la vida diaria de los productores de las estéticas visuales.

A grosso modo, nuevamente, quizás pueda afirmarse que las obras de gran formato representan más los deseos de expansión y crecimiento, del aumento de la propia presencia en un horizonte posible de reconocimientos, y las obras pequeñas hablen más de las dudas, las pequeñas afinidades, los amores apenas enunciados o de primeras experimentaciones y riesgos.

Así, lo Grande y lo Pequeño representarían habilidades complementarias, y ambas serían necesarias en un real conocimiento de las alternativas de incertidumbres, certezas y urgencias que cada artista acostumbra a transitar y padecer.

En esta muestra, siete artistas actuales muestran algo de una u otra cosa, y ambas, exhibiendo un poco sus propias derivas, lo que han ido desarrollando a través de su quehacer y lo que intentan proyectar como modos de internarse en lo tan enormemente desconocido.

Ellos son: Mariana Tarrío, Lucas López, Luciana Pía Faccini, Marina Lazo, Javier Ferrante, Ignacio Ruiz de Galarreta y Alejandro M. Parisi.

Sus obras van desde montajes instalativos a pequeños collages, pasando por realizaciones en técnicas de grabado, dibujos, pinturas y objetos.

La idea de estas secuencias de muestras en Casa Matienzo, que van ya por su tercer año consecutivo, es dar a conocer algo más de la intensidad, riqueza y calidad de la producción en nuestro medio, desde un lugar lo más próximo posible, empático diría, al de los propios artistas participantes.

 

Tulio de Sagastizábal, octubre de 2017.