Daniel Besoytaorube, pintor.

Daniel Besoytaorube formó parte durante 1991 y 1992 de una experiencia inédita como fue la del programa que coordinó Guillermo Kuitca con el patrocinio de la Fundación Antorchas. Fuimos 15 becarios el primer año y 16, el segundo, con la incorporación plena de Madalena Jitrik.

Disponíamos de un espacio propio, bastante acotado en verdad, en un gran galpón en el barrio de la Boca. Y todos disponíamos de una beca mensual para gastos de materiales y demás.

Daniel viajaba así asiduamente desde su Mar del Plata natal, para trabajar allí y asistir a las reuniones semanales que hacíamos con Guillermo, los días viernes.

Recuerdo que era quien venía de más lejos, pues Daniel García, Mauro Machado y Elisabeth Sánchez venían desde Rosario, que es como aquí a la vuelta.

Yo iba desde Colegiales, y me parecía un viaje interminable cada día.

Gachi Hasper, Alfredo Londaibere y Fabián Burgos estaban un poco más cerca; Sergio Bazán no recuerdo cuanto viajaba.

El taller del Vasco estaba junto al mío, o sea que lo tenía muy presente, amén que cuando Daniel se mueve, es enfático.

Desde entonces me quedó fijada la idea del vínculo poderoso que mantiene con la pintura, de su apasionada vocación, al punto que esté o no en actividad Daniel para mí siempre es pintor.

Un segundo momento, de la ya larga amistad que mantenemos, ha sido cuando al frente del llamado Fondo Internacional de Arte Contemporáneo (creado en colaboración con Cecilia Gispert y Mario Gemin) Daniel como entusiasta gestor armó en los fondos de su casa un lugar que albergó las múltiples actividades de esta iniciativa, en relación a programas de la Fundacion Antorchas realizados en Mar del Plata, con artistas locales y de sus alrededores, y otros vinculados al proyecto de TRAMA, programa de colaboración y confrontación entre artistas que durante 5 años contribuyó de manera entrañable al desarrollo de lazos entre los grupos de artistas de todo el país, y a la emergencia y crecimiento de todo un nuevo modo de producir, pensar y relacionarse en el campo del arte argentino.

Su pintura ha sido siempre trágica, nada melodramática afortunadamente.

Pero siempre trágica. Son trágicos sus climas, sus escenarios, son trágicos sus colores y trágicas sus figuras. Y es elocuentemente trágica su pelea con el hacer, pintar no le es fácil y bien podría serlo. Tiene la habilidad, el conocimiento y la experiencia para hacer muy llevadera su tarea. Pero no lo quiere así.

Quiere arrasar la superficie, rasgarla, hacer brotar la gota del dolor acumulado.

El dolor de la soledad, el dolor de contemplar con los ojos abiertos, el dolor de saber lo que ha ocurrido, de saber lo que está ocurriendo, de lo que ocurrirá.

Quizás es muy fantasioso, pero da para imaginar que si el romanticismo no hubiera existido, el Vasco Besoytaorube podría poner alguna de sus primeras piedras.

En esta muestra en el Museo MAR, que es su primera muestra en un museo, se ha propuesto una tarea enorme: un trabajo de sitio específico que da cuenta de su energía y apasionamiento, que da cuenta que para sí pintar es asumir riesgos, que es una afición riesgosa, que siempre trabaja bajo la sombra amenazante del todo o nada.

Daniel ha desarrollado una excepcional carrera como gestor y curador, de cientos de muestras, de muchos espacios y proyectos, ha sido influyente en el desarrollo de numerosos artistas relevantes, y es una figura insoslayable del arte contemporáneo de su amada Mar del Plata, su historia y consolidación.

Hoy en esta muestra, “La noche es suficiente”, aborda el desafío de producir con extrema exigencia, de dar todo de sí, de arribar al climax de la confrontación con ese real que es el mundo secreto que la pintura indaga.

Aquí el pintor nuevamente en primer plano. Aquí el pintor confesando el dolor de cargar un mundo a sus espaldas.

 

Tulio de Sagastizábal, julio de 2018.