Estar al sol

No siempre es estar al sol, pero casi siempre. Están las personas y están las cosas. Y a veces es de noche y se ven resplandores de fuegos y leños ardiendo, también como ecos del sol.

Porque se trata siempre de la tierra del sol. El sol que ilumina y el sol que anima: lo que se mueve y lo que está quieto. El sol está siempre allí, organizando el mundo.

Las fotos de Guadalupe Miles nos recuerdan, siempre nos lo hacen evidente, que hay maneras de estar en el mundo que son eso, por sobre todo y antes de cualquier juicio, que son eso y sólo eso: estar en el mundo.

Y de este modo, ese estar en el mundo se nos representa como la forma más sencilla posible de la perfección o de cualquier idea que de lo perfecto podamos tener. Como belleza, como encarnación súbita del azar más amable, como pausa soñada en lo trágico o el dolor.

Estar ahí, estar presentes, en el presente, sentir el lugar y sentir cada instante de respiración y movimiento.

Nadie puede permanecer, ni permanece, en ese lugar permanentemente; con seguridad que no. Pero nadie debe olvidar que el lugar y el momento existen, aunque todos o casi todos ya fuimos definitivamente sustraídos de allí.

Los viajes de Guadalupe al Chaco salteño no han sido viajes de exploración ni han sido viajes de investigación. No bordeó el Pilcomayo, una y otra vez durante cinco años, y aún continúa, buscando nada. No hay un final para el camino que ha estado recorriendo.

Tal vez es por ello que esta narración no tiene un final y sólo quedará en suspenso.

Las imágenes no nos están siendo contadas, ocurren. Aparecen. Con una fuerza que nos descolocan, nos desubican, nos impide interpretarlas. Presenciarlas y sentir que nos reenvían a un estar ahí en el mundo, que es el antiguo tesoro que ya fue perdido.

Como un presente que sólo podemos encontrar si realmente resignamos el pasado y el futuro. Nos olvidamos del tiempo monstruoso que construimos, y quitamos los espejos. Y ya no queremos apropiarnos de tanta cosa.

Paradoja difícil de los grandes sentimientos: todo crece si lo dejas ir.

Paradoja difícil de la experiencia extraordinaria de Guadalupe en el Chaco: los personajes son gigantes porque son amigos. Porque no hacen nada verdaderamente excepcional: sólo viven de un modo que penosamente olvidamos sin remedio.

El Pilcomayo, los Wichis, Chorotes y Nivalkés, Guadalupe Miles, la máquina de fotos y las “sombras”. Lo que asombra verdaderamente es eso que está irremediablemente detrás de cada obra admirable: los rastros de amor y de pasión. Lo que permite sumarse al instante de los otros. Respirar con ellos.

 

Tulio de Sagastizábal, Buenos Aires, abril de 2007.

 

Nota:

Texto que acompañó una muestra de Guagalupe Miles, Portraits of Salta, Londres, UK,2007.