La punta del iceberg

Cuando vemos una imagen, siempre sabemos que vemos más de lo que vemos o que vemos un sinnúmero, realmente incalculable, enorme, de significaciones y asociaciones afectivas, que la imagen en definitiva se vislumbra (eso es, se vislumbra) y se establece en un cruce tan personal y frágil, que lo que vemos a la vez que lo vemos se nos escapa, fluye, entra en fuga y nos deja, en la retina y la memoria, su larga sucesión de marcas y señalamientos.

Quiero decir que las imágenes siempre se mueven, que no son propiamente, que están siempre siendo, mientras las vemos y estamos recordándolas, y que no son como están, en definitiva, o que comienzan de pronto a ser más de lo que son o a ser otra cosa, porque en un momento comprendemos algo de lo que encierran o de lo que las encierra en ese signo que las estabiliza.

Es eso entonces, es el signo que fija una recurrencia, y es lo que comienza a darnos a entender cierta lógica en el hacer de un autor de imágenes.

Una escena, un encuentro, un ventanal, el ángulo que nos hace ver una manga conectada a otro avión y un vuelo.

Partidas o regresos, recuerdos infantiles, no importa tanto. Hay alguien que mira y nos deja mirar lo que estuvo mirando. Nos pregunta, se pregunta.

Y por debajo del nivel de flotación, comienzan a dibujarse, desdibujarse, enigmas y el asombro, las confusas emociones, el miedo (lo que ocurre allí me fascina o me aterra, o me fascina y me aterra).

Vuelvo entonces a ese punto y a ese momento, lo he fijado para volver o porque ya estaba fijado de tanto volver y revolver. Me distancio, miro y construyo así la escena donde estoy, fuera de la escena, pero construyendo la escena para mí o para que puedan ver donde estaba yo.

Y estar porque está la escena quizás sea un secreto de la pintura. El secreto del pintor.

Y si conoces a la persona, tendrás el doble placer de entreverla tejiendo esta refinada malla y aceptando su invitación a sumergirte en ella.

La emoción de la escena y la emoción del punto de vista.

Es para hablar de unas pinturas donde hay muchas escenas, cada pintura es una escena, cada pintura es alguien que estuvo o pudo o quiso estar. Ahora, como un recuerdo del presente otra vez.

(Hablaba de Rocío Pérez y su discreto espectáculo del mirar).

 

Tulio de Sagastizábal, octubre de 2005.