Las obras de Pablo Licheri vistas como sueños autocríticos

Es difícil pensar en algo así como en tener sueños chistosos, es por lo que se me hizo complicado pensar en las pinturas de Pablo Licheri como sólo entregadas al mundo onírico, aunque es allí donde la mayoría de sus componentes calzan con ajuste.

“La estrategia del zorro”, “Mientras tanto” y “Un recodo en el arroyo”, por ejemplo, se desenvuelven con soltura en el universo de las simples apariencias, en su aire de escenas soñadas, con lazos que poseen el capricho y la inestabilidad del universo imaginario.

Sin embargo, todas estas pinturas, escenas y figuras se conectan con un clima de tira cómica, de relatos irónicos o risibles, con sus ambiguos sentidos. Detalles de salto de escala, extraña simultaneidad de sucesos, escenas o personajes, un clima de humilde cinematografía. Todo eso lleva a estas ficciones al borde del absurdo, a pesar de las cuidadosas construcciones referenciales y el confiable verosímil.

El humor desconcierta, y en la visión de estas escenas pintadas desconcierta el porqué de la mueca que conllevan.

Cuando veo deslizarse la práctica artística hacia el enrarecido sistema del humor, me asalta siempre la sospecha de que allí se incuba una agria pregunta sobre todo el consagrado quehacer.

Y me entusiasma esta posibilidad.

Daría la impresión que la inquietud eterna por el “qué pintar” se deslizaría hacia la construcción de una radical ironía sobre el deseo y la necesidad de hacerlo, y de hacerlo bien.

La narración juega así con la posibilidad de minimizar lo real, de saltar por sobre la tragedia de nuestras acciones, humillando sus urgencias y demandas, remarcando fuertemente la desconfianza en torno al supuesto ingenuo de lo cotidiano y habitual.

Humor y malicia, herramientas críticas cargadas de agudeza y elegancia por la virtud del buen hacer.

Hogarth, Currin, Molina Campos, Fermín Eguía, entre otros, serían huéspedes gustosos de una posible genealogía en esta práctica del humor y el sarcasmo como una de las bellas artes.

Creo que a Pablo Licheri estas asociaciones no le disgustarán, dado su persistente amor por la pintura.

 

Tulio de Sagastizábal, septiembre de 2014.