Lugares provisorios

Lugares Provisorios es un proyecto de exposición de obras de cinco artistas contemporáneos que en los últimos años han ido consolidando y expandiendo una producción llena de hallazgos y singularidades.

Se trata de obras de los artistas Juliana Ceci, Diego Gónzalez Monnerau, Carolina Grassi, Nicolás Oyuela y Ana Belén López.

Como indica el título de la muestra, se trata de un encuentro provisorio y efímero como marca su extensión, que tiene la intención de poner en diálogo y confrontación un grupo de excelentes producciones; exhibe la búsqueda intensiva y sus hallazgos, la práctica de una plataforma personal y genuina para desenvolverse en el campo estético ampliado a la que todas pertenecen.

La noción de provisoriedad de lugar está reforzada desde luego por el giro particular de lectura de las obras, que la simultaneidad de presencia, la convivencia de todas ellas en un mismo ámbito provee.

Como es previsible, es imposible de prever de qué modos exactamente estas obras se relacionarán entre sí, de qué modo interactúan unas con otras, de a pares, en conjuntos mayores o todas juntas a la vez. Eso se verificará en el acto consumado de su presentación, feliz e irremediablemente.

Algunas se afectarán en su apariencia ante y entre las otras, se inmiscuirán entre sí, se contaminarán, se extrañarán. Pero apostamos más bien a que cada obra en el contexto de la reunión se consolide en su identidad, se afirme como evidencia de los deseos de sus autores, de su trabajar incansable, de sus personales maneras de ahondar en el arte, de sobrevivir en él y producir siempre con ambición y desenfado.

Más unas cosas en unos y otras en otros, la virtud del colectivo está siempre en la sensible presencia del lazo que une a todas las experiencias y la solidaridad que finalmente encuentran las obras en sus semejanzas de logros y desvelos.

Ana Belén López roza una fragilidad que resiste desde la pequeñez y la intimidad, la presencia mínima y el gesto refinado. Sus obras suman sin estorbos y anuncian la potencia de lo múltiple, de lo que se hace presente gozando su condición de estar. “Son formas amorfas, no controladas, que crecen dejando ser a la materia, creando entre ellas un juego de relaciones por el cual intentamos comprenderlas…”, Ana dixit.

Juliana Ceci calla y persevera hasta lograr que sus obras hablen, a través de sonidos inaudibles, olores latentes y brillos en sordina, dibujando el contorno y el cuerpo de lo que su mirada ansía evocar y representar en un instante indescifrable, lleno de intensidad y pasión. Dice también: “busco un testimonio de mi cuerpo y darle una imagen al tiempo”.

Nicolás Oyuela reinventa historias, y mientras pinta y ejercita con paisajes y parajes llenos de un aire romántico, remodela las vidas de seres un tanto míticos, siempre legendarios, muy icónicos. Fantasmas irrevocables que no renacerán seguramente pero continuarán atesorados y añorados en algo así como un posible inconsciente colectivo. “Hay signos y también símbolos, arquetipos: el camino, el viajero, el amor”, describe.

Carolina Grassi destartala el orden en todo imaginario constituible, avanza a los saltos y se muestra descarnada, trabaja en sintonía con un infinito de posibilidades, que discuten su vértigo con el tiempo acelerado. “De cómo son las cosas, de cómo sucedieron realmente, de cómo llegan a nosotros, de cómo pensamos que son, de cómo queremos que sean, de cómo elegimos contarlas, de cómo opera luego el recuerdo, de cómo emerge la ficción”, escribirá en su diario/ libro de artista.

Diego González Monnereau finalmente inventa la técnica donde puedan convivir sin aterrar sus personajes, marginados de cualquier posibilidad de cordura y normalidad y acontecimientos actualizados de viejas tragedias inmemoriales, tan comunes y tan negadas siempre. Modela universos egocéntricos que se intersectan en espacios y tiempos compatibles sólo en la lógica inverosímil de lo real.

Estos artistas están aquí reunidos casualmente, como ya hemos dicho, pero también inevitablemente, si es cierto que todo lo que asciende converge.

Lo que es seguro, estamos dispuestos a disfrutar de sus esfuerzos y hallazgos, y recordar por largo tiempo la marca que probablemente dejará este encuentro en nuestra feliz memoria, que otra vez será común.

Tulio de Sagastizábal, Buenos Aires, julio de 2016.

 

Nota:

Muestra inaugurada en Casa Matienzo el 29 de julio de 2016.