¿Por qué pintura?

Por un extraño mecanismo, muy parecido al que con frecuencia utilizamos para descargar en otros responsabilidades que pueden agobiarnos, la pintura como disciplina ha sentido sobre sus hombros el peso de unos cuestionamientos que, en verdad, afectaban a todo el campo de las artes visuales.

Un reflujo violento quizás de siglos de predominio y enseñoramiento sobre todo el campo visual, y de toda organización acerca de cómo mirar el mundo y qué mundo mirar.“Pinta tu aldea y pintarás el mundo” ha sido una de las maneras de expresar esa totalidad.

Totalidad, universalidad, verdad: cuando el mundo se ha cansado de todo esto, los dardos se han dirigido hacia la Pintura como práctica, como núcleo duro de las experiencias y los hábitos de simbolización e imaginación.

La historia es más larga y compleja, desde luego, y ha llevado mucho tiempo construir nuevas miradas sobre el acto de mirar.

También afortunadamente ya nos hemos saturado de escuchar acerca de la Muerte del Arte y su hija dilecta: la Muerte de la Pintura.

Es curioso entonces observar cómo la continuidad de unas prácticas, del modo más sencillo y silencioso, perseverante también, demuelen toda esa afectación apocalíptica, todos esos deseos de muertes anunciadas y proclamadas. Y provocan quizás el más inquietante y efectivo desnudamiento de la idea y la realidad del arte. Como práctica siempre inconclusa, inacabada en sus límites, inagotable en sus posibilidades.

Nace de este modo la idea de exploración, como intento de conocer y conocer lo que otros conocen. Una exploración que es también redescubrimiento porque hay mucho de recorrer revisitando: la historia del arte, las pasiones de otros artistas, los flecos sueltos de anteriores tentativas. La eterna puesta en movimiento de una antigua materialidad.

Una secreta confianza que aúna y acompaña a los pintores, un secreto simplemente que todos parecieran compartir, que no evita las diferencias, los distanciamientos y hasta los enconos.

Esta muestra forma parte de la intención de comenzar a diseñar un ciclo de lo que podríamos llamar generaciones intermedias: lo que dista entre los artistas emergentes, las nuevas oleadas, el flujo casi desorbitado de tantas nuevas presencias, y los pocos maestros que todos homenajeamos con placer.

Un primer grupo, y de pintores, que han tenido ya una trayectoria y que en el curso de la última década han permanecido exclusivamente en el campo de esta disciplina, apostando a su continuidad, deseándola, marcando la importancia de su supervivencia.

Como toda selección, ésta es una posible, difícil y también provisional, pues por sobre todo apunta a señalar la amplitud del grupo de los que estos artistas son aquí representantes.

Daniel García, de Rosario, Marcelo Torretta y Germán Wendel, de Córdoba, Ana Casanova y Héctor Meana, de Buenos Aires, Edgar Murillo, de Mendoza y Eduardo Esquivel, de San Juan, son los artistas convocados.

Con ellos y como ellos, a través de sus obras, y también de sus dichos, intentamos desplegar un fragmento de lo que la pintura como actividad contemporánea continúa ofreciendo. Como campo de saber, como sistema de conocimiento, como capacidad imaginaria, como emisora de señales de aproximación y ejercicios de seducción.

Nosotros, como infinitos más, siempre conservaremos en conciencia la posibilidad de asombro y misterio que una pintura puede enseñar. Un territorio inagotable en las preguntas que desata, en las revelaciones que provoca y en lo intangible que convoca.

Tal vez una pintura nunca signifique nada definitivamente, pero asombra de un modo casi feroz su alianza indestructible con el espacio mítico que nos habita desde siempre.

La pregunta por la forma tal vez haya sido para siempre una de las primeras puertas que el hombre pudo abrir para disfrutar de la inconmensurabilidad del lenguaje.

La pintura sigue siendo una de sus posibilidades.

Esta muestra tiene además la originalidad de ser la primera curada simultáneamente por dos directores del Fondo Nacional de las Artes, en la voluntad de afirmar una manera común de trabajar y confrontar miradas sobre el arte actual argentino.

 

Tulio de Sagastizábal y Andrés Labaké, Buenos Aires, Junio de 2006.